Valió la pena

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Dixiana Quinto

María Quinto Martínez nació en el Chocó, Colombia, y es la mayor de diez hermanos. Desde muy pequeña trabajó como empleada doméstica en Quibdó, contribuyendo así a la economía de su hogar. Fue en una de esas casas donde conoció a quien sería su madrina, una mujer amable que siempre la apoyó en lo que pudo.

"Cuando mi mamá murió, yo tenía 11 años. Esa noche nos acostamos a dormir; mi mamá aún hablaba, pero ya estaba en las últimas. Pidió que nos cuidaran cuando falleciera. Mi papá me llevó a Quibdó, y mis hermanos quedaron allá, chiquitos; los fueron regalando, porque, imagínate, ¿quién se iba a hacer cargo de ellos?", recuerda María.

Después de la muerte de su madre, el padre de María la llevó donde su madrina, con quien se quedó trabajando a cambio de techo y comida. La mujer tenía una hija que estaba casada con un capitán. Ellos tenían planes de mudarse a Bogotá y necesitaban los servicios de una empleada. Así fue como María empezó a trabajar para ellos.

"Me llevaron allá, pero me trataban muy mal, porque uno es del campo y no sabía hacer algunas cosas; por ejemplo, no sabía hacer arroz, porque allá donde yo vivía se comía pura verdura". Debido a estas circunstancias, decidieron devolverla al Chocó, pero María logró escaparse y se fue a trabajar a Medellín para otra familia.

Un domingo, su día de descanso, conoció a su futuro marido y padre de su primogénito. Al principio, el hombre la trató bien a ella y a su hijo, pero poco después comenzó a agredirla, y ella tomó la decisión de separarse de él.

Más tarde conoció al padre de sus otros dos hijos, quien en una ocasión le comentó que harían un viaje a Panamá. Desde Turbo, un distrito en el departamento de Antioquia, llegaron a un pequeño pueblo donde se quedaron a dormir, y al día siguiente comenzaron su travesía, caminando por la selva.

"Yo creo que pasamos como cinco días por esa montaña. Caminamos todo el día, y por la noche dormíamos en la playa. Yo iba con mis muchachos, porque no dejo a mis hijos. Al principio teníamos alimentos, pero luego se nos acabaron; había muchos guineos y plátanos, y eso era lo que comíamos", comenta.

Al llegar a Yaviza, en Panamá, unos guardias los descubrieron y comenzaron a dispararles. Ella y su familia corrieron en direcciones opuestas. María recibió un impacto en una pierna y, gracias a la ayuda de unos estadounidenses, fue trasladada a un hospital, donde le dieron de alta a los pocos días debido al bajo riesgo de la herida.

Como era indocumentada, fue trasladada a una cárcel de mujeres. Poco después de su llegada, un cónsul de Colombia visitó la prisión. Las monjas, a quienes María había contado su historia, le explicaron al funcionario la incertidumbre de María sobre el destino de sus hijos. El hombre se propuso ayudarla, y la trasladaron en un barco hasta donde estaba su familia.

Gracias a su esposo, llegaron a La Palma, Darién, aunque después él los abandonó en la casa de un matrimonio conocido. La mujer, Lola, cocinaba para unos presos, y María le ayudaba. Luego trabajó como mesera, vendiendo billetes y chances, como cocinera y aseadora… lo que fuera necesario para sacar adelante a los suyos.

Quería que sus muchachos tuvieran un mejor trabajo, una mejor casa, que pudieran ofrecer a sus nietos más de lo que ella les pudo haber dado. Por eso, siempre les decía: "El estudio los llevará muy lejos; serán lo que siempre quisieron", y les enseñó a trabajar duro para lograrlo. Gracias a su sacrificio y a Dios, educó a un profesor, un maestro y un policía.

En 2019, uno de sus hijos contactó a través de las redes sociales a los familiares de su madre, y junto con el resto de sus hermanos organizó un viaje a Colombia; así, María se reunió con aquellos que había dejado atrás.

En su visita a su tierra, se puso al día con todo, conoció a los nuevos integrantes de su familia, restauró la conexión con sus hermanos, pero, sobre todo, recordó de dónde venía.

Sin duda, María es una mujer admirable que inspira con su resistencia, alguien que lucha por lo que quiere. Dejó atrás a su familia y su país, y teniendo todas las de perder, se fue a otra tierra con tres niños, en busca de una nueva vida. Y lo logró, salió adelante por sus hijos.

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